8/16/2025- Papí
Empieza la conversación desahogándose del cansancio de envejecer.
Me explica que ya no siente su cuerpo igual.
Ha pasado estos días ayudando a mi hermano con su carro.
Me dice que mi hermano no hace caso y que la responsabilidad le cae en sus manos.
“Tú como mujer sabes más de los carros, y a él ni le dan ganas de enseñarse nada.”
En ese momento siento el coraje.
Se me calienta la cara y siento los brazos tiesos.
Interrumpo para decirle que mi hermano “ya está grande”.
“Ya no le puedes hablar como a un niño o decirle cómo hacer las cosas.”
Le digo que “uno se cansa de escuchar lo mismo”.
“Mi hermano era el preferido.”
“El príncipe de la casa.”
“El primer amor de mi mamá” — así me sigue diciendo.
Trato de controlar el coraje.
“Ustedes lo chiquearon y ahora se enojan con él porque no quiere ser nada.”
“Ustedes también tienen la culpa.”
“A mí no me dieron los mismos privilegios.”
Mi papá tiene la voz fuerte, pero cuando empieza a hablar se escucha más bajo.
“Mija, yo sé que te he pedido perdón por no estar presente muchas veces.”
“Trabajé mucho y me enfoqué en darles todo lo que pude.”
“Y no te voy a decir que no estaba consciente, porque sí vi que había cosas que no eran justas entre tú y tu hermano.”
Me da un ejemplo:
“Nunca le gustaron los deportes a tu hermano, pero a ti sí. Te sacamos porque él ya no quiso. Y tú encontrabas la manera de seguir.”
“Yo vi que ayudabas mucho y siempre eras independiente.”
Ya no aguanto el coraje.
“Yo sé que me pides perdón de vez en cuando.”
“Aunque entiendo por qué pasaron las cosas, no puedo soltar el coraje que te tengo.”
Me duele decir las palabras que me dan remordimiento.
Quiero y respeto a mi papá, pero cargo en mi conciencia los sentimientos de una niña.
Una niña que solo quería ser niña.
No tenía sueños de ser independiente o de cuidar a otros.
Estaba sola. ¿Cuál otra opción tenía?
“Eso ya lo sé” — responde mi papá.
No le sorprendió mi coraje y tampoco se defendió.
“Quiero mucho a mis hijos… pero sé que te fallé.”
Vuelvo a decirlo:
“No puedo soltar el coraje. No se trata solo de mi hermano y de cómo mi mamá me trataba…
…sino de todo lo que me pasó… toda mi infancia.”
Otra vez su voz cambia.
Siento que voy a llorar y lo siento igual.
“Sí, eso como papá siempre lo voy a cargar. Por eso te digo que eres chingona. A pesar de todo lo que has pasado, mira lo que has logrado.”
“Eres un ejemplo para la gente. También para uno.”
No quiero llorar y odio tenerle tanto coraje.
No digo más en todo el camino.
Él tampoco continúa la conversación.
Ojalá esta conversación sea el comienzo de encontrar la paz que tanto desea la niña que quiere mucho a su papí.